Tuve la inmensa suerte de estar en lo que fue el beso de recibimiento a la casa de Ian a su hermano menor, Luca. Esos momentos cargados de magia donde se logra capturar (y no siempre sucede) el amor sincero, que deseo dure toda la vida.
Las condiciones de luz no eran las ideales, sino todo lo contrario, pero el momento y la captura creo que superó toda técnica. La apertura en ese instante fue de 2.2, a una velocidad de 1/50s (un poco jugado) y un ISO-500 con el 35mm 1.8 dado que no había mucho espacio para esa toma, y además es el lente que elijo por lo general adentro de casa.
Espero (al menos fantaseo con eso) que cuando sean grandes, cada uno tenga en sus casas esta foto guardada en algún rincón para que, un día cualquiera, hagan la ceremonia de ver fotos “viejas” y se encuentren con ese instante y poder robarles así, una sonrisa más...